Friday, December 7, 2012

Diario. Enero 2013

Empiezo a entender en qué consiste mi uso del BLOG: cajón de sastre, no diario, menos como registro de apuntes privadas que como ¨noticiero¨, es decir publicación al día de reflexiones que puedan abrir un diálogo, merecer un comentario ajeno.
Veamos, pues:
A mi prima, artista de gran calidad, hoy le repondo:- Sí, Selva, el (uno cualquiera) pájaro azul SIEMPRE será el de la felicidad. De la juventud, ya no sé. A menos que entendamos -como tal vez debiéramos- la felicidad como una forma de juventud del corazón y la mente. (Ya quisiera yo encontrarme en la mañana, aunque fuera sólo por su piar, con un pájaro de cualquier color, en esta torre en medio de otras torres...).
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Agenda: Cada año Brian me regala la que le llega de American Express. Un (costoso) volumen considerable, tamaño carta, empastada en negro con letras doradas: mapa del continente americano, año, y The American Express Appointment Book. 232 páginas para ser exactos. En la agenda, una página contiene tres días, cuatro la otra, cada uno dividido, como debe ser, en doce horas -de vigilia-, con dos renglones para cada una. Ideal para acordarme -con suerte- de todo, en todo momento.
El único inconveniente es que, por las pastas duras, para poderla consultar la tengo que tener abierto sobre el escritorio, o si cerrada, abrirla cada vez. Entonces, lo que hago año con año es acudir a la fotocopiadora más cercana, ¨Foxy¨, y pedir que me la desencuadernen y, una vez desacartadas las pastas, la engargolen, con lo cual puedo dejarla sobre el escritorio al lado de mi cama del lado que me conviene, en el espacio correspondiente a una página tamaño carta. ¿Me explico?
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De ahí pasé al Housing Works -ya tenemos uno en Broadway entre 96 y 97, hecho que representa, sin lugar a dudas, los cambios ocurridos en el Upper West Side en los últimos años: diferencias de ingresos más marcadas entre la población, como, por lo demás, en todo Manhattan- a dejar unas series de videos sobre un detective inglés.
A cambio, me compré dos simpáticas tazas de peltre azul con pintitas blancas, que hacen juego con mi azucarera, y me llevan de vuelta a la infancia en casa de mi Male, cuya cafetera siempre colocada sobre la estufa, era de este tipo, de la que tomaba varias tazas de café aguado y hervido a lo largo del día.
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Finalmente, esta mañana gris, fría y de llovizna, al correo a dejar cartas con foto de Angélica para mi mamá, y mis amigas Martha, de México, y Nora, de Roma.
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