Friday, January 25, 2013

First poem

To my newborn grand-daughter, Angélica

If, as they say, we grow a second heart
to love our children
what am I now?
A three-heart freak of nature?
Or just a new-born grandma?

It´s too early, perhaps,
to start giving myself to you
who can barely see me
much less say something to me

But you, whose world revolves literally
around your Mother´s breasts
You, whose instincts are survival
and even at that, not that good...
You are already tattooing on my heart
your name.
...

Tuesday, January 15, 2013

Recórdandola


Estoy viendo una foto de mi Male: de pie en el jardín  de la casa de sus padrinos, con un vestido de tafeta y encaje (que ella, en alguna parte, describe como amarillo), un  ramo de flores en los brazos; seria, intensa. A los veintidós, la edad en que yo salí de mi casa, de mi país, ella vivía en la ciudad de México, con su padre en casa de un hermano, huérfana de madre desde los diecisiete.
En el capítulo de sus memorias titulado ¨Mi primer empleo¨, dice que lo que más la desazonaba era dudar de su eficiencia. En 1916, la academia Oliver había empezado a ofrecer clases gratuitas de estenografía en la Ciudad de México. La primera máquina fue diseñada por el Reverendo Thomas Oliver, nacido en Canadá en 1852. 
Mi abuela acudió a tomar las clases, al cabo de las cuales recibió un diploma y una máquina  gratis.
Así que resolvió buscar empleo donde la pusieran a prueba, y, en sus palabras,  si realmente su trabajo no servía, aceptar el puesto que varias veces le había ofrecido en La Estrella  de Oriente, mercería y juguetería sita en la sexta calle de  Capuchinas,  Julián Slim, quien había llegado de Líbano en 1902, escapando de la persecución que sufrían en ese país los cristianos maronitas. Como casi todos los inmigrantes de origen árabe que arribaron  a América, Slim instaló un almacén, el mencionado la Estrella de Oriente, con el que prosperó rápidamente. También realizó afortunadas jugadas en la bolsa y ventajosas operaciones inmobiliarias, comprando propiedades del centro histórico de la ciudad que se habían desvalorizado durante la revolución.
Corría 1927, y el 3 de enero Ma. Ester se presentó ante el señor Lammers, quien la puso a prueba como taquimecanógrafa. A él le gustó su trabajo y le ofreció, para empezar, un sueldo de 75 pesos. Ella salió de la oficina jubilosa, dice, sintiéndose segura de sí misma.
Las oficinas -cuenta- estaban en la esquina de Madero y Filomeno Mata, arriba de la pequeña farmacia Sanborn’s, cuyos dueños,  dos inmigrantes californianos: Walter y Frank Sanborn, habían llegado a México en 1903. Tiempo después abrieron la primera farmacia con fuente de sodas,  frente al Palacio de Correos. “Les iba tan bien en el negocio que en 1919, alquilaron el Palacio de los Azulejos, en la misma calle de Madero.”  ( Sanborn’s, hoy en día una cadena de tiendas múltiples, que ha comprado el multimillonario Carlos Slim, hijo de aquel Julián de la mercería).
“Laboraba muy a gusto en mi empleo. Carlos llegó a México y fue inmediatamente a verme. Convocó a la familia y me pidió por tercera vez en matrimonio. Medio mes de mayo y todo junio fueron días de tranquila y dulce felicidad para mí...”
Carlos tuvo que regresar a Tucson. En mayo de 1920 Obregón mandó asesinar a Carranza. Los que habían combatido en sus fuerzas quedaron desprotegidos. Si Carlos regresaba, lo mataban. Quería que yo cruzara la frontera... Pero yo, la pusilánime, ¡no tuve valor! “
...
Esa abuela “pusilánime” siguió trabajando, se casó, fue madre de cinco, viajó con toda la familia siguiendo los cambios de destino de su marido, volvió a trabajar, obsesionada con la idea de la ¨casa propia¨, estudió inglés, leyó incansablemente, escribió, viajó cuando pudo, y nos deja a mí y a todos sus nietos, sus conocimientos como un regalo; sus lecturas, sus pasiones. Entre las ciudades, Florencia, que se conoce al dedillo de sólo leer el capítulo correspondiente en la Enciclopedia Barsa–cuando finalmente hace el viaje, allá por 1957-, queda fascinada. Entre las constelaciones,  Casiopea, y entre los árboles de adorno, la catalpa, sus olorosas flores blancas parecen servidas en la gran hoja acorazonada, y la paulonia, cuyo fruto, una nuez ovalada, contiene  más de dos mil semillas aladas, que parecen bailarinas en miniatura...
Conoció a quien sería mi abuelito Fidel en Culiacán, en 1922, y se casaron  cuatro años después. El murió a los setentaicuatro, de un infarto.
En 1967, un mes antes de mi partida a Francia, ella resbala en la calle, cae y se rompe el fémur de la pierna derecha. Sobrevivió aún veintidós años, inválida, pero animosa, siempre sociable, siempre generosa.
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