Tuesday, September 25, 2007

Relatos romanos (1982)

RELATOS ROMANOS
(1982)

Rafael Alberti
Ofreció un recital en el Instituto Español de Cultura (antecesor del Cervantes), el 29 de abril. La pequeña sala se llenó a más no poder: latinoamericanos y españoles residentes en Roma, con invitados, italianos estudiantes de literatura española, uno que otro turista, dos monjas.
Octogenario, Alberti parece un gran ángel: la melena blanca le llega a la nuca, la camisa también es blanca, color turquesa el gazné y azul brillante el saco. Una voz sonora, de andaluz desarraigado, empieza por decir: “la mar…el mar…” y habla de su tierra natal, el puerto de Santa María en Cádiz, y de su pintura.
En casa de mi buen amigo canario, Antonio Dorta, tuve ocasión de ver dos o tres originales del pintor-poeta; pintura muy decorativa que recuerda a Matisse en colores más llamativos: rojo, negro. Habla Alberti del retrato que hizo de García Lorca y se conserva en la casa de éste, en Fuentevaqueros. Y de Antonio Machado. Lo ciegan los fogonazos de los fotógrafos que se han colado en la sala, y más de una vez se interrumpe para protestar, para pedirles que lo dejen leer y hablar de sus recuerdos en paz.
Cuenta que vive en Italia desde 1966; en el Trastevere, “barrio maravilloso, lleno de basura, de todo lo que quieras… de gatos; barrio con un idioma propio”. Las dos monjas desaparecen, no sé si por casualidad, poco antes de que el poeta empiece a leer de su libro Roma, peligro para caminantes, como el de ser “alcanzado por una pis, de la un perro, un vagabundo, la de un cura o una monja”… Es un tema recurrente. De joven, con otros poetas amigos, fueron a orinar contra los muros de la Academia de la Lengua, en la arbolada calle Felipe II.
¿Sabría Alberti que, ese año, en la biblioteca del Instituto Español de Cultura no se encuentra su libro escrito en Roma, sobre Roma? Quién sabe si lo tenga una de las dos librerías españolas que hay aquí: Alma Rosa y La Sorgente, las dos atendidas por monjas…

Nocturno romano
La temporada de baños de mar, en las cercanías de Roma, empieza a fines de mayo y sigue hasta mediados de septiembre. Sabaudia, a escasa hora y media de la ciudad, es una de las metas favoritas: por la vía Latina hacia el sur, es una zona otrora frecuentada por los emperadores romanos. Más adelante está Sperlonga, donde tuvo Tiberio su casa de verano, y la entrada al Parque Nacional del Circeo, lleno de cipreses, pinos y alcornoques.
Quienes se quedan en la ciudad tiene otras distracciones: ferias, festivales, exhibiciones; la de artesanías a lo largo del Tíber, por ejemplo. Conciertos, como los famosos de la plaza del Campidoglio, iluminada recientemente con lámparas de aceite. O los que se dan en los hermosos patios de residencias privadas de la Via Giuglia, paralela al río.

La Bell’estate es el título de una novela de Cesare Pavese, llena de nostalgia por una época, la de los años cuarenta, y por la juventud perdida.
En el bello estío romano, iluminado por el verde de pinos y cipreses, y la luz multicolor de las azaleas, se inicia todo un programa de actividades al aire libre: un circo en Piaza Siena, en la Villa Borgheses; la Tevere Expo, este año de 1982. A lo largo de 2 kms y medio, entre el Ponte Sant’ Angelo y el Ponte Cavour, sobre los muelles del Tíber se exponen, en no menos de 750 puestos, productos regionales que van de la cerámica al vestido, muebles y juguetes, degustación de vinos y licores, quesos, jamones y salames de todas las provincias de Italia.
También está, no lejos de ahí, la Festa de l’Unità, organizada por el Partido Comunista en la Isola Tiberina: recitales de poesía, discusiones al aire libre; música y comida.
Continúa la presentación de Aída en las Termas de Caracalla: espectáculo impresionante y casi irreal, donde el escenario es una combinación de lo artificial y de la magnificencia real de las Termas.
El primero de julio se inaugura en la Plaza del Campidoglio la serie de conciertos de la Academia Nacional de Santa Cecilia, con la Novena Sinfonía de Beethoven. A las 19.30 se abre la taquilla, y no menos de cuatro mil personas, de todas nacionalidades, compran su entrada. El concierto está previsto para las 21.30, y hay que ocupar los asientos no numerados casi una hora antes.
Brillaba en el cielo aún azul la media luna y Venus, por encima de las estatuas que coronan el Museo Capitolino. Falta en el centro de la bellísima plaza diseñada por Miguel Angel la estatua de Marco Aurelio. Nos dan la espalda los gigantescos Dióscuros, algo desproporcionados respecto de sus cabalgaduras. Empieza a refrescar, como es típico del verano romano, y el público empieza a bostezar. No antes de las 21.50 hace su aparición el director. Lovro von Matacic, demorado quién sabe por qué motives. Da inicio el concierto. Magníficos la orquesta y el coro, y sobresalientes el tenor y la soprano.

En sus Cuentos romanos, Alberto Moravia recrea los tipos de la ciudad, el albañil, el mesero, el maestro de escuela primaria; los rasgos característicos del romano: individualista, reservado pese a su apariencia extrovertida, celoso de la vida familiar y desconfiado del extranjero, es decir, prácticamente todo aquel que no pertenezca a la familia inmediata. Escritos en primera persona, entre risa y risa estos cuentos trasudan la tristeza de familias que viven en condiciones de hacinamiento, entre asaltos, robos e infidelidades.
Mis vecinos en el piso de abajo, en este fraccionamiento recién estrenado, entre el EUR construido en tiempos de Mussolini, y el FIDA (Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola), donde he sido asignada como traductora por dos años, mis vecinos, digo, un matrimonio de cincuentaitantos años, de clase media acomodada, se quejan amargamente del ruido. Mis niños, de 15 meses y 3 años, corren y hacen rodar sus juguetes, y Esperanza, la nana, taconea con sus sandalias de madera. Para colmo, durante varias semanas después de nuestra llegada, el pequeño despierta de madrugada, llorando. Una tarde, vuelvo de la oficina, estaciono el coche, y me topo con el vecino. Creo que lo saludo con un movimiento de cabeza, y empiezo a disculparme por el ruido… -Ma, che cavollo ha- interrumpe groseramente- questo bambino!

Paso a un lado de la Plaza Venecia. Recuerdo haber tratado un día de darle la vuelta al monumento a Vittorio Emanuelle, para terminar, no sé cuántas cuadras más lejos, por el Circo Marcello.


Salida de Roma
Un fin de semana salimos en coche a Viterbo. Rodeada de una campiña hermosísima, es magnífica ciudad medieval, llamada también de los Papas, ya que en su palacio más importante, del siglo XIII, fueron elegidos y residieron varios pontífices a partir de 1275 y hasta que Avignon le arrebató este privilegio. La campiña en los alrededores de Viterbo es hermosísima: verde esmeralda de los prados con oro de la retama en flor.
Después de la comida arrancamos rumbo a Bomarzo, con su Villa Orsini, del siglo XVI, y el extraño y encantador parque decorado con fantásticas esculturas de roca: monstruos, animales y hombres-dioses mitológicos cubiertos de hiedra y musgo. Es 25 de abril y nos toca recorrer las calles estrechas y empinadas, en medio de la celebración anual de la Sagra del Biscotto o Bendición del Pan.
Una escultura del siglo XVIII de San Anselmo, patrón del pueblo, se levanta en la terraza que domina la ciudad. El santo aparece alzando una mano. Un italiano que pasa no resiste la tentación de hacer un chiste: “Debe ser reciente, pues hace con la mano el saludo del fascio”. Es curioso que lo diga hoy, precisamente, cuando en muchas partes de Italia se está conmemorando el trigésimo aniversario de la liberación. El teólogo benedictino Anselmo nació en Aosta en 1033 y ocupó la silla arzobispal de Canterbury, antes de morir en esta ciudad en 1109.
Las calles están llenas de gente que entra y sale de los negocios donde se vende vino y la rosca de huevo. Por la mañana ha habido cortejos medievales. En la Catedral, las beatas hacen cola para contemplar el cuerpo momificado del santo, vestido de oro y blanco para la fiesta…
Al día siguiente nos encaminamos a Rieti, donde lo más bello son los monasterios y el paisaje que tanto le gustaba al Seráfico, San Francisco de Asís. Fue en el Monasterio de Fonte Colombo, que domina una vista magnífica del valle donde, metido en una cueva y tras haber ayunado cuarenta días, escribió las reglas de la orden franciscana.
Al Monasterio de Greccio llegamos subiendo más de seiscientos metros, hasta una roca desde la cual se contempla Rieti y alrededores. La construcción del monasterio data de 1260, en el sitio en que el Santo de As ís celebr ó la navidad de 1223, diciendo la misa en un pesebre, entre un buey y un asno, e inaugurando así la tradición de los “nacimientos” o “belenes”. La gruta está decorada con frescos de la escuela de Giotto.

Tuesday, September 18, 2007

Efemerides

Septiembre de 2001

Como lo recuerdo…
El día amaneció espléndido: cielo azul, aire seco. Me estaba preparando para salir a la oficina cuando sonó el teléfono, alrededor de las nueve. Era Isabel, quien, recién llegada de Lima, ocupaba provisoriamente un departamento en University Place.
-Irene, ¿ya te enteraste? ¡Un avión acaba de estrellarse contra una de las torres!
-…
-Sí, lo están pasando en la televisión.
Mi hijo Alan estaba a mi lado, le hice señas de que encendiera el aparato. Ahí estaba, la nube de humo.
-No sé. Llamemos a la línea de emergencia de las UN. Deja, yo lo hago, y te vuelvo a llamar.
En la hot line, ningún mensaje nuevo, todavía. Llamé a la oficina.
-Aquí no nos hemos enterado de nada; es decir, no se sabe bien qué fue. Los demás compañeros ya están aquí.
-Isabel; nadie sabe nada. Yo voy para allá. Nos vemos.
Sonó el teléfono. Era mi padre; en esos momentos, la noticia sobre el Pentágono.
-¡A ver qué hace ahora Bush!- fue su comentario.
-Por lo visto, esto es contra los EU; no tiene que ver con las UN.
Alan insistió en que me acompañaría a la oficina.
-No, para qué. Bueno, ven, pues.
Bajamos en el elevador, y nos detuvimos en el quinto piso, para yo entregarle a mi amiga Pat un ejemplar del New Yorker.
-¿A dónde vas?
-A trabajar.
-¿No te has enterado? Están diciendo en el noticiero que están evacuando el edificio de las Naciones Unidas.
-…
Mi hijo y yo entramos y nos sentamos con Pat y Halima ante la pantalla, en la que la imagen del árbol de humo espeso, y el desmoronamiento del edificio detrás de él, a medida que el viento lo apartaba, se repetía ad nauseam.
Con eso, se me olvidó volver a llamar a Isabel, quien viajó hasta la Primera y 40, sólo para encontrarse con la columna de empleados, que salían.
El día continuó, extrañamente plácido. Cerraron algunos negocios del barrio; no surcaban el cielo límpido nubes ni aviones. Subí a la azotea con un libro, para apartarme de los noticieros, que no explicaban nada, negándome a entrar en el espíritu de pánico y paranoia, pero también porque sentía emociones confusas; no me identificaba fácilmente con la pregunta de la hija de mi amiga: “¿Por qué nos odian?” (el país como víctima), ni tampoco con los autores de semejante ataque, quienes quiera que hubieran sido. Poco después me alcanzaron unos cuantos vecinos, que dirigieron la mirada inquieta hacia el sur. Ahí estaba, lejana, fantástica, la nube de humo, que el viento soplaba hacia el este.

Al día siguiente me dirigí a la oficina; esos días tan bellos, caminaba de Times Square hasta la Primera, por la 42. A la altura de la Sexta (Ave. de las Américas), atrás del hermoso Bryant Park, todos los que cruzábamos volvimos la cabeza hacia el sur: en lugar de las imponentes y orgullosas Torres, humo.
Me detuve en la Segunda avenida, porque hacia mí venía un grupo de colegas.
-Hubo una alerta de bomba; evacuaron el edificio. Falsa, por supuesto.
Nos sentamos en la terraza de un café, a tratar de acomodar las piezas del rompecabezas. Uno de ellos, arabista, dijo con tristeza:
-Con esto, los palestinos van a perder muchísimo.

Hoy, otro martes 11 de septiembre, podemos añadir que con eso y las secuelas de la invasión del Iraq, el mundo entero ha perdido muchísimo –y seguirá perdiendo.


Como lo registré en su momento

*Martes 11/09/01
9am: Un avión, luego otro, se estrella deliberadamente contra cada una de las Torres Gemelas. Nube de humo. Me llama Isabel. Encendemos la tele. Incendio en el Pentágono. La Casa Blanca. Llamo a mis papás.
Mi hijo menor y mis tíos salen rumbo a Columbia U. Llamo a Cristina, en la ONU. Desde la ventana de mi vestidor, que da al sur, vemos la nube de humo espeso y gris.
Termino de arreglarme. Mi hijo mayor insiste en acompañarme. Paso a ver a Pat.
Intercare cerrado. Los aeropuertos cerrados; los puentes. La ciudad cerrada. Evacuan las Naciones Unidas.
Puntos para Bush; hará declaraciones muy fuertes: altisonantes.
Subo al jardín de la azotea con el libro de Paula Fox; no quiero seguir oyendo las noticias. No hay aviones en el cielo azul, ni nubes, salvo por ésa, lejana, menos gris, más blanca, que se extiende hacia el río.
Desde la calle me llega el rumor: sirenas, ambulancias, camiones de bomberos. Pasa un helicóptero. Posado en un tinaco, un pájaro canta. La nube se ha vuelto a elevar, guiada por el viento; pero otra fumarola gris asciende y la empuja levemente. La nube blanca como sudario se extiende hacia el este. Nadie más ha subido a la azotea.
“Copper beeches, black in the noonday sun, purple in the twilight…”
*Jueves 13/09/01
Broadway, como nunca: silenciosa y oscura. Pasan taxis amarillos, que estaban ayudando a transportar a gente necesitada. A la distancia, sirenas. Nadie en la calle. Como si hubiera toque de queda. No pasan coches grandes, con las ventanillas abiertas y el radio encendido a todo volumen. Hasta el camión de la basura, parece, recoge con menos ruido…
Puede verse el cielo estrellado: desde la ventana de la sala, la Luna, el cinturón de Orión.
La ciudad pasa por un estado de shock, más que de duelo. No todavía.
Diez cuadras (media milla) a la redonda de las Torres, todo se vino abajo: no más Century 21, J&R… La estación de NPR, entre otros.
Los medios de información: ¿repetir ad nauseam, o hacerse preguntas? ¿hacer como el avestruz, o escuchar, analizar?
En adelante, cuidado con lo que se dice delante de los norteamericanos, sobre todo si son hijos de inmigrantes.
-Fue una patada en los huevos para Bush.
-Esto es lo peor que les puede haber pasado a los palestinos,.
-Dicen en Uruguay que los medios les están dando más información que aquí.
-Los europeos tienen más sentido común.
Pienso: la misma fuerza, el mismo poder que permiten que este país responda a una crisis, como lo está haciendo ahora: con organización, medios materiales y humanos, sensatez, le permiten, o lo impulsan a amenazar con responder al ataque terrorista con una invasión en el extranjero. ¿Por qué no exigen la extradición de Bin Laden a Afganistán? ¿Cómo pensar en atacar Afganistán, desde el Pakistán, y poner en peligro la estabilidad de la región? Pero, por mucho menos han enviado sus tropas, siempre. ¿Quién los para ahora?


Agosto de 2008

-¿Cómo ves? me acabo de enterar de la muerte de Alejandro Aura y de V.Hugo Rascón Banda. con unos días de diferencia y los dos de cáncer ¿qué triste no? Alejandro Aura, ¿no fue tu compañero de taller? Si fue así , mis condolencias, debes de haberlo sentido.

-Pues fíjate que de la de Aura me enteré por una amiga de México, luego me asomé al internet y leí la noticia: que estaba en Madrid, y demás. Ya sabía que tenia cáncer, pues él habia hablado de eso en su blog, y hasta llego a publicar ahí un poema: Despedida, que luego te copio.-- En efecto, fuimos companeros en el taller de Arreola, allá por 1964, en Ave. Juárez, junto con José Agustín, Jorge Arturo Ojeda, y otros, y luego participé en uno que el mismo Alejandro y Elsa Cross reunían en su departamento. Los volvi a ver, ya separados ellos, en la Casa del Poeta, hará unos quince años?, a raíz de lo cual Aura me invito a comer a su casa, con su entonces mujer, Carmen Boullosa, muy afable. La pasé bien; y luego la regué... pues me invitaban a otra cena, dias después, donde podrian presentarme a Vicente Quirarte, poeta con influencias... y yo salí con que tenia una cena familiar (asi he sido siempre: poco ducha para las relaciones publicas que podrian serme utiles). Encima, dejé olvidado un librito que me habia regalado Alejandro ("Cuentos para volar", creo), antes de hacerme llevar a casa de mi mamá por su chofer particular.

Curiosamente, creo que senti más la de Rascon Banda. Uno: era un poco más joven. Nunca lo conocí, pero mi papá hablaba bien de él, por la Sogem, y muerto mi papá, se porto bien prestando el Foro Coyoacan para el homenaje que le hicimos en el 05. Ana Lilia Arias, amiga de ambos (mi papá y Victor Hugo) me hablaba bien de este ultimo. Ahora hasta tengo ganas de leer algo suyo.
Pero. qué curioso, ¿no? En sept. del 03 fallecieron, un tras otro, como quien dice, mi papá y otro señor importante de las letras:Francisco Liguori. Hugo Hiriarte publico sendos y sentidos homenajes en Letras Libres:
Bueno, a lo mejor nos parece 'curioso' y cosas así suceden todos los días... sólo que nosotros no siempre conocemos o hemos oído hablar de esos que acaban de morir.
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