Monday, May 19, 2008

Critica de arte

Apuntes sobre
“Una lectura pseudoagnóstica de la pintura de Balthus”, de Juan García Ponce (eds. Del Equilibrista, México, 1987)

En un punto de la minuciosa descripción que hace del cuadro “La lección de guitarra”, dice Garcia Ponce que la niña (la alumna) “toma entre sus dedos el pezón desnudo de la maestra” (pág. 11). Sin embargo, no es difícil ver que, en realidad, lo que hace la niña con gesto desesperado para no ser llevada hasta el suelo por la cruel maestra, que le tira del cabello hacia atrás, es aferrarse de la tela del vestido, del lado del talle abierto que descubre el seno, con todos los dedos. El pezón de la maestra es del todo visible, por lo tanto intocado.
En la pág. 26 el critico repite: “ la discípula, que /.../ busca los órganos sensibles de su maestra al decubrir su pecho y tomar el pezón entre sus dedos”. Si se observa atentamente, es visible un trocito de tela gris, del vestido de la maestra, entre el pezón desnudo y el pulgar de la niña.
Señalo, en la misma pág. 11, un punto de redacción: “cuyo carácter es extremadamente erótico en su suprema crueldad y en la absoluta concentración en sus sensaciones de las dos oficiantes”; habría resultado más claro: “en las sensaciones...”.
En la pág. 22 tenemos la descripción de La toilette de Cathy. No es tarea fácil, pues se corre el riesgo de desorientar al lector -quien más adelante tendrá ante sí el cuadro de marras. “Llevando su mano /el joven Balthus/ a quedar debajo de la derecha cuyo brazo también está cruzado sobre su pecho.” Primera observación: la mano izquierda queda, aferrada al respaldo de la silla, abajo de la derecha, en un plano inferior con respecto a ella, pero no debajo: no queda cubierta por la mano derecha. Segunda: ¿por qué “cuyo brazo también está cruzado sobre su pecho? Sobra el también.

Dicho lo anterior, merece la pena citar dos párrafos de la crítica de García Ponce:
“Nace la vida y ella es seductora y al mismo tiempo negativa y terrible por su misma capacidad de seducción” (pág. 29)
“La obra puede ser ajena o pretenderse a sí misma ajena a cualquier intención moral, pero su sola existencia abre la posibilidad del mal. Y por tanto, toda obra se opone a la pureza incorpórea y es malvada. Más aún, su maldad se acentúa incluso cuando /se/ intenta disfrazarla con una apariencia banal...”

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