Corría 1927, y
el 3 de enero Ma. Ester se presentó ante el señor Lammers, quien la puso a
prueba como taquimecanógrafa. A él le gustó su trabajo y le ofreció, para
empezar, un sueldo de 75 pesos. Ella salió de la oficina jubilosa, dice,
sintiéndose segura de sí misma.
Las oficinas
-cuenta- estaban en la esquina de Madero y Filomeno Mata, arriba de la
pequeña farmacia Sanborn’s, cuyos dueños, dos inmigrantes californianos:
Walter y Frank Sanborn, habían llegado a México en 1903.
Tiempo después abrieron la
primera farmacia con fuente de sodas,
frente al Palacio de Correos. “Les iba tan
bien en el negocio que en 1919, alquilaron el Palacio de los Azulejos, en la
misma calle de Madero.” ( Sanborn’s, hoy en día una cadena de tiendas múltiples, que ha comprado el
multimillonario Carlos Slim, hijo de aquel Julián de la mercería).
“Laboraba muy a
gusto en mi empleo. Carlos llegó a México y fue inmediatamente a verme.
Convocó a la familia y me pidió por tercera vez en matrimonio. Medio mes de
mayo y todo junio fueron días de tranquila y dulce felicidad para mí...”
Carlos tuvo que regresar a Tucson. En mayo de 1920 Obregón mandó
asesinar a Carranza. Los que habían combatido en sus fuerzas quedaron
desprotegidos. Si Carlos regresaba, lo mataban. Quería que yo cruzara la
frontera... Pero yo, la pusilánime, ¡no tuve valor! “
...
Esa
abuela “pusilánime” siguió trabajando, se casó, fue madre de cinco, viajó con toda la familia siguiendo los cambios de destino de su marido, volvió a trabajar, obsesionada con la idea de la ¨casa propia¨, estudió inglés, leyó incansablemente, escribió, viajó cuando pudo, y nos deja a mí y a todos sus nietos, sus conocimientos como un regalo; sus lecturas,
sus pasiones. Entre las ciudades, Florencia, que se conoce al dedillo de sólo
leer el capítulo correspondiente en la Enciclopedia Barsa–cuando finalmente hace
el viaje, allá por 1957-, queda fascinada. Entre las constelaciones, Casiopea, y entre los árboles de adorno, la
catalpa, sus olorosas flores blancas parecen servidas en la gran hoja
acorazonada, y la paulonia, cuyo fruto, una nuez ovalada, contiene más de dos mil semillas aladas, que parecen
bailarinas en miniatura...
Conoció
a quien sería mi abuelito Fidel en Culiacán, en 1922, y se casaron cuatro años después. El murió a los
setentaicuatro, de un infarto.
En
1967, un mes antes de mi partida a Francia, ella resbala en la calle, cae y se rompe el
fémur de la pierna derecha. Sobrevivió aún veintidós años, inválida, pero
animosa, siempre sociable, siempre generosa.
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